Te tiendes sobre la cama y dejas que tu amada levante tus piernas y, de rodillas, se cuela por tus cavidades más profundas. Te atrapa, contrayéndote hasta el último músculo de tu cuerpo. Te erige hasta el mismo cielo y sueñas con que ese tango carnal se apropie de tu aliento, de tu aroma, de tu mente embriagada por sus excelsos contornos.
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